lunes, 14 de septiembre de 2009

El Arte de Esperar


No se cuantos días tendremos que esperar. Sé que no te esperaré más—y sé bien, el porqué no seguiré esperándote—, como todos estos últimos días tú no vendrás. Yo esperaré leyendo “cuentos para leer en el bus”. Algunos pensarán que si tenía algún trabajo, pues lo he perdido. Otros pensarán que trabajo de seguridad, de alguna señora de alta sociedad, y espero a la salida del banco. No sé que pensar. Por eso te he esperado todos estos últimos días. Comiendo helados hasta el cansancio, mirando carteleras de películas que luego compro en su versión “nacional” —5 en 1 —, paseando por SBS hasta quedar satisfecho de memorizar decenas de libros que el dinero no me alcanza para poder comprar; en definitiva, he descubierto que una de mis habilidades, una de las pocas, es el arte de saber: esperar a mi ex novia.

— ¿Te quedarás ahí todo el rato, Omar? —me dices mirándome desde el probador.
—Está bien, Sandrita, te queda muy bien—mientras trato de recuperar el párrafo de mi lectura. Y veo como la vendedora se ríe a mi espalda—desde el espejo la veo, y no es la primera vez—, como no es también la primera vez que llevaremos tantas bolsas de ropa que solo tú eres capaz de elegir. También compro algo, siempre me dices que tengo que estar a la moda—como esa moda de los Emos, que el verano se encargó de llevar—, y claro, la moda “está hecha para pasar de moda”. Siento que está a punto de pasar, y lo peor es que estaré vestido con eso en el momento que ocurra.

Tampoco diré que no me gusta. Me encanta verte salir de ahí tan feliz como si hubieras conseguido un novio nuevo, verte salir con todo ese conjunto de bolsas, que fácil podría vestir a todas tus amigas. Dejo mi libro y te digo: ¿nos vamos?, cuando debería haberte dicho: ¡Te queda muy bien!, ahora si… ¿nos vamos?, pero tú siempre me comprendes, y sabes que con mi espera he hecho un esfuerzo demasiado bravo como para esperar también que me emocione toda la ropa, que toda chica joven y bonita, siempre quiere. Y que todo novio, joven y paciente, puede esperar para que sea elegida, mientras espera, luchando con el aburrimiento, en un sofá.

Hace una semana fui nuevamente por las tiendas de siempre, tantas veces recorridas y entré a descansar un rato en el sofá cómplice de mis largas horas de espera. La señora que se reía ya no está. Ahora en su lugar está una chica mucho más joven que siempre está dispuesta a guiarme en esas elecciones. Sobretodo ahora que tú ya no estás. Que no vendrás a comprarte de todo, y claro, a elegirme la ropa como siempre. Podría decir que he perdido un poco el interés por comprar ropa últimamente.

Me la paso comprando cosas últimamente, cosas que no necesito, y que se supone te ponen feliz. Pero no logran ponerme tan feliz como a ti. Cuando las comprábamos juntos y salíamos felices de la mano, hasta perdernos entre las galerías. Hasta despedirnos en tu casa. —Donde repartíamos lo comprado, repartición poco justa, pues yo siempre llevaba solo una bolsa, y tú, todo —.Nos despedíamos siempre de noche. Hasta que algún taxi me llevaba a mi casa. Y desde el retrovisor del auto, mientras tú imagen se perdía, podía estar completamente seguro que tú también…me esperabas. Me esperas ahora mientras terminas de leer el último relato que te envié ayer. Yo sigo esperando tu respuesta estos últimos días leyendo libros, comiendo helados, comprando cosas, y escribiéndote como todos los días. Tengo la seguridad que muy pronto me responderás. Y te reirás de mis ocurrencias. Y también compraremos ropa. Recuerda que esperar tanto, no debe ser bueno. Sobretodo para personas jóvenes como nosotros, que se quieren, se recuerdan; pero no se ven ni se llaman últimamente.

Tomé el celular decididamente, ya cansado de todo, aprovechando la rara seguridad que tenía en ese momento. Timbró una vez, dos veces,…finalmente me contestaste.
— ¿Por qué no llamaste antes, Omar? —dijiste con voz suave, calmada—. Yo esperaba más bien que estés molesta. Fue todo lo contrario.
—Te esperé ayer en el lugar de siempre, no llegaste
—fue culpa de los exámenes, ¿tú, sabes como es eso?
—Mejor deja el celular, y de escuchar las mismas respuestas. Voltea ahora y apaga tu teléfono. Te tengo una sorpresa.
No pensé nada en ese momento. Miré a la tienda del fondo. En el sofá de siempre, el que tantas veces había sido testigo de mi paciencia, ella estaba sentada esperándome, mientras con las manos me hacia señales, y en la medida que fui acercándome la veía con la sonrisa de siempre, feliz, muy guapa, como siempre.


— ¿Amor, esperaste mucho? —me dijo con la sonrisa de siempre
—Solo un poco. Recuerda que esperar: Es mi arte. Reímos largo rato hasta que la risa fue silenciada con un largo beso, también muy esperado.




H.R.

1 comentario:

  1. Este relato explica algunos comportamientos casi inusuales de algunos hombres.Por lo general a nosotros-los hombres-no nos gusta esperar sea cual fuese el motivo, circunstancia pues nos produce incomodidad, fatiga y rabia. Mas aún cuando de esperar a una mujer COMPRANDO se refiera. Pero tengo que afirmar que ciertamente tienes un arte amigo harold, no tanto así el arte de esperar sino el arte HEDONISTA expresada en la espera de una Dama.Pues la espera esta en función de algo o alguien, y eso en definitiva si es un arte eso de esperar a una FÉMINA. Con afecto se despide El Amante Bandido.

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