martes, 13 de octubre de 2009

No leas mis correos


Te despertaste a la media noche y prendiste la computadora portátil. Sabías mi contraseña porque una vez te la dije para que respondieras por mí unos mails que yo no era capaz de leer, y mucho menos: de responder tan bien como tú lo harías. No me equivoqué cuando te lo pedí, pero tal vez mi error, sutil y casi imperceptible poco a poco fue ganando notoriedad en la medida que seguiste contestando mis mails —obviamente, mucho mejor que yo—pero sin mi permiso. Soy un confiado y no me he preocupado en cambiar mi clave, y si lo dudas, pues puedes abrir nuevamente mi correo y verás, con sorpresa, que la clave que “crees es la clave” sigue abriendo mi cuenta de MSN, y quiero que sepas que: para ti, siempre estaré como conectado y siempre podrás revisar mis mails, incluso aunque me de cuenta al revisarlos y sepa que tú ya los leíste por mí. Y sabré, con seguridad, que aquellos mails malintencionados que Héctor me ha enviado fueron filtrado porque tú así lo quisiste; como también quisiste responderle a Sandrita cuando yo te lo pedí; en ambos casos fue lo mejor que pudiste hacer por mí en esos tiempos en los que me pasaba horas de horas conversando contigo, hablando de todo…menos de mis mails. Yo nunca supe de tu contraseña, en ninguna cuenta que tengas—que no son pocas y que yo jamás podría aprender de memoria todas esas claves que tú guardas con cuidado—y así es mejor. No me interesa saber que muchos chicos te escriben, como es lógico esperar, pero prefiero enterarme por ti. Prefiero que seas tú la que me cuente, entre risas mientras tomamos helados los fines de semana en ese lugar que tanto te gusta, las cosas que les respondiste y como simplemente terminaron por desistir de sus persistentes esfuerzo por conquistarte, por conquistar a la chica que quiero ahora como te quería en un principio cuando solo éramos amigos, y luego enamorados; y luego nuevamente amigos.

Te cuento muchas cosas mientras sigo tomando mi helado. En estos últimos meses me he pasado leyendo libros de Bolaño—como sé que te gustaría saber—, he comprado muchas películas para poder ver cuando me vayas a visitar; aunque en verdad nunca vemos ninguna y terminamos por ir al cine. No me gusta ir solo al cine porque siento que “sólo podré ir a ver una película”. No podría ir solo porque te extrañaría mucho y pensaría que tú—tan graciosa y linda como eres, pero más que todo linda—luego te burlarías de mí al saber que me fui solo y no te pude llamar para que me acompañes. Hoy he comprado dos entradas para ir al cine. Las compré con la tarjeta de nuestro buen amigo Roger. Te contaré que Roger sigue siendo el mismo chico estudioso de siempre. Le han dado una beca y pronto se irá a Méjico para estudiar una maestría. Bien por él, se lo tiene merecido; como nos tenemos merecidas las entradas que nos ha regalado—porque no permitió que se las pagara luego—. Lo encontré en la librería, que es inusual para él, y le dije que si algo me hubiera gustado mucho: “eso sería saber que es nuevamente tu novio”. Sí, así le dije. Se sorprendió. Tomó sus libros y salió lentamente por la puerta no sin antes mostrarme una sonrisa, que interpreté como un agradecimiento. Regresé a mi casa sin comprar ningún libro, pero con las entradas y muchas ganas de llamarte.

Son casi las once de la noche. Me la he pasado mandando “besos” y comentarios en el Facebook. Te he estado esperando y no entraste como quedamos. Te dejé un mensaje de voz donde te decía sobre como me había ido en todo el día. Te reclamé porque le mandaste un mail, como solías mandarme a mí cuando nos peleábamos, a una amiga mía. Te mostraste egoísta cuando no debías serlo. Quisiste que yo dejara de verme con ella. Eso no fue justo, como no fue justo que te escribiera lo que luego provocó que te molestes conmigo. Cambie mi clave—le puse tu nombre, lo cual no cambio nada—. No te hablé en toda la noche. Esperé que fueras tú la primera en hablarme y decirme que te equivocaste, y que mandar ese mail a mi amiga fue un error de tu parte. Eso no sucedió, como no sucedió que nos vayamos al cine ni a tomar los helados al otro día. No pasó porque “a veces es mejor que las cosas no pasen” y porque tal vez, nuestra amistad ya no es solo amistad y sin darnos cuenta nos hemos vuelvo a ver como nos veíamos antes. Lo sé porque he leído lo que le dijiste a mi amiga. Le dijiste que dejara de escribirme. Y lo conseguiste, no me ha vuelto a escribir. Ahora sé que cambiar la clave de mi MSN es algo que tengo que hacer, y que en ningún caso deberías saberla porque te harías daño y dejaríamos de ser los buenos amigos que somos. ¿Y las entradas? Se las regalé a nuestros amigos, de los pocos que nos quedan en común, y estoy seguro que “no verán toda la película” como no la veíamos nosotros y luego teníamos que volver a verla en su versión DVD –un CD “alternativo” —y nos gustaba tanto como de seguro ahora les está gustando a Vane y al colorado de Renato. Me alegro por eso.

Ahora tengo una nueva contraseña, que ya no es precisamente tu nombre, ni el de tu película favorita; me he concentrado para escribirte un nuevo mail, sé que te gustará, porque te conozco tan bien como para escribirlo. Sé que me llamarás pronto y que te disculparás con esa amiga mía que ves con cuidado. Y lo sé con seguridad, porque esta madrugada antes de ir a dormir, lo he leído en un mail que tienes en tu correo.
Harold Rodríguez
Un video que me recomendaron XD