sábado, 31 de julio de 2010

EL NOVIO QUE ESPERA



Renzo caminó dos o tres pasos y se dejó caer a pocos metros de la puerta de su casa. Apagó el celular luego de escuchar “este es un mensaje de Claro, si desea deje su mensaje...”. Metió su mano en el bolsillo de su casaca, prendió un cigarrillo, el último cigarrillo que le quedaba.

No le importó pasar a dormir a su cuarto. Dormir esa noche era algo que no estaba en sus planes, sabía que no podría luchar contra esa idea que lo gobernaba. Tenía las palabras de Daniela en su cabeza. Tenía a Daniela en su cabeza.

Prendió su reproductor y escuchó una balada para terminar de sentirse pésimo, o para prologar su pena de una forma casi surrealista. De pronto, escuchó el ruido metálico de una puerta de taxi. Primero abriéndose, luego cerrándose con delicadeza. Pensó lo interesante que sería ver a Daniela bajando del taxi. A un segundo de llegar a su lado, sentir su perfume, sentir que la ha extrañado y que esa es una forma de quererla.

Miró la lista de canciones, seleccionó “aleatorio”. La música a todo volumen para no pensar en nada. Para ya no sentir nada. Para no sentirse solo una vez más. Para no darse cuenta que ahora Daniela, que había bajado de un taxi, se dirigía hacia él. Que ella había estado llorando. Que él también había estado a punto de llorar.

Una luz se prendió en la casa de su vecino. Un espectador.

Sintió unos pasos que se acercaban hacia él. Uno, dos, tres pasos más. Un ruido discreto de la ventana de la casa vecina. Frente a él la chica que aun quería, que siempre había querido. La chica de la que siempre estaría enamorado, así ella eligiera ya no ser su chica nunca más. Ahí estaba, mirada ligera y travieza, sonrisa encantadora: Daniela, su novia.

Daniela pausó la música del reproductor. Renzo la miró fijamente, tenía un brillo en los ojos. Ella se sentó a su lado. Tenían muchas cosas o tal vez ninguna de qué hablar. Hablaron tranquilamente. Las horas pasaron y con ellas esos problemas de pareja. Renzo diciendo: "son cosas de chicos" y Daniela riéndose una vez más. Renzo hablando de un libro que está leyendo; Daniela hablando de lo bien que le fue en un proyecto en la universidad y de lo bien que la pasó en el cumpleaños de una amiga en común la noche anterior. Todo fue tan rápido y tan genial que ya no quedó tiempo ni ganas para hablar de sus repetidas discusiones, de unos problemas pasados que ya les resultaban ajenos, innecesarios.

Abajo en la acera dos chicos hablando. La complicidad de una madrugada fría. Ahora ambos de la mano y luego él tocándole sutilmente la cara y luego ella dejándose besar. El espectador cerró la ventana tan discretamente como pudo. Se apagó luz. Abajo, la acera iluminada por ese brillo fugaz y persistente de un reencuentro.
Hacía mucho frío. Eran casi las dos de la madrugada. Daniela y Renzo escuchaban “cuando me enamoro”.
En el suelo una caja vacía. El brillante dibujo de un camello, tranquilo, apacible. El reproductor sonaba en aleatorio.

Harold R.


miércoles, 14 de julio de 2010

El ÚLTIMO GOL DEL MUNDIAL


Un programa desconocido me hace una entrevista. Digo que ganará España. Me pregunta si respondo eso porque lo dijo el pulpo Paul. Yo digo que el pulpo es tan sabio- o tal vez más- que Del Bosque y Bielsa juntos, y por eso España está condenada a ganar la copa del mundo.

Andrea, la chica de la que siempre estaré enamorado, no entiende nada de lo que estoy diciendo y yo tampoco. Se ríe en complicidad de la reportera (que tiene lentes anaranjados).

Termina el partido. España celebra y toda la gente, que no es precisamente española, celebra como si fuesen una colonia de Gallegos. Hacen un breve sorteo en el que "alguien gana" y la verdad nunca se sabe quién fue ni importa.


La gente se dispersa del patio de comidas. Yo aprovecho y compro helados. Pido los sabores guiado por el azar, pues así la combianción es mejor que si la pensara. Ubico un lugar dejado por algún hincha holandés o peruano-español, y para mi sorpresa Andrea ya está ahí, esperando su helado (y también a mí),la veo demasiado linda y guapa, y creo que venir a ver la final en ese lugar y no en el flamante LED de su casa, fue lo mejor, o fue lo que tenía que pasar.

Beso a mi chica. Mi chica me besa. Por un momento comprendo que esa felicidad efímera de ganar una copa del mundo tiene que ser comparable con lo veloz y dulce de un beso en una tarde soleada por el Mall junto a la persona que el destino ha puesto en mi camino para -al igual que España-estar locamente feliz.



Harold.

Este video me encanta...y me seguirá gustando^^