sábado, 6 de noviembre de 2010

LAS FOTOS QUE NO COMENTARÁS

Todo en mi cuarto está oscuro, tranquilo y ordenado-porque está a oscuras y yo en la cama, pensando en cosas muy ligeras-. Mi celular se ha quedado sobre la última página de un libro muy entretenido que leo todas las noches con el fin de dormir o de no dormir. Son las noches tranquilas y predecibles como lo es el libro que vengo leyendo y como el celular que siempre vibra o suena o ambas cosas, porque ya no tiene poco tiempo de uso y hace lo que quiere; de modo que se activa siempre a las dos de la madrugada, hora en que me voy a dormir y dejo de leer, escribir o digitar en la PC. Pero no es una noche cualquiera, y por eso he prendido la luz de mi cuarto. Me he acercado a la PC. Automáticamente se ha activado el MSN y el Facebook me muestra las últimas actualizaciones de mis contactos- que no son muchos ni son tantos como para llenarme el muro de actualizaciones y cosas como "el hada mágica" o "el pulpo Paul dice" entre otras cosas tan locas como locos son todos los que se hacen fan de esas aplicaciones.


Sentado frente a la PC y con el Facebook activo pretendo escribir algo en mi muro, pienso en una persona muy especial. Escribo una frase, luego la borro. Escribo una frase más corta y luego creo que es muy corta y no dice lo que quiero. Y normalmente en mi muro nunca digo lo que quiero, ni lo que estoy pensando: "No digo nada, me limito a la observación de fotos".


Parece aburrido el hecho de que pase las mejores horas – las más silenciosas- escribiendo, leyendo o digitando eso que no me atreví a decir o hacer los últimos meses. De todos modos, no son pocas las fotos que veo en el Facebook, red social que me ha capturado o que yo he capturado para valerme de mis doce contactos y ver cientos de fotos que se actualizan diariamente, y sentir que mis amigos, que por cierto cada vez veo menos, ya se han casado, divorciado, separado, ya terminaron su carrera, ya iniciaron otra carrera, ya no quieren iniciar ninguna carrera, y por eso han resulto vivir una vida ligera, frívola y feliz. Y solo así poder subir decenas o cientos de fotos que muestran todo lo felices que son. Estoy seguro que su felicidad se incrementa, se potencia hasta el infinito cuando alguien les deja comentario o el solo hecho de dar un clic sobre "me gusta" hace que valga. Yo no comento casi ninguna foto. La razón no es que no quiera escribir o que esas fotos tan bien logradas y felices despierten en mí la envidia- al saber que yo no tengo esas fotos tan felices ni cercanamente logradas-porque soy un observador y no tengo fotos; y porque teniendo algunas fotos, nadie se atreve a dejarme siquiera un par de palabras o un par de puntos. Por lo tanto, queridos contactos: no esperen que yo les comente nada, salvo que sea el día de su cumpleaños.


No sé cuánto rato estoy en la computadora. No sé desde cuándo tengo este gusto por ver fotografías que no son mías, pero que siento como mías porque alguien me etiqueta en una de ellas-lo cual es una forma de estar presente.

De todas esas fotos que veo porque “tengo que verlas” todos los días, porque “todos los días hay fotos que ver”. Hay algunas que me llaman la atención y otras que simplemente son producto de su ocio –estas son la mayoría por no decir todas-, pero hay algunas que valen la pena hasta imprimirlas. Las más memorables son las de Andreita, mi ex novia y ex amiga y todo lo ex que se pueda conjugar o complementar. Son las fotos de ella las que más me impresionan, porque jamás las había visto cuando estaba con ella. Y porque jamás hubiera pensado que mi chica- puedo permitirme decir eso en mis relatos- pueda tomarse fotografías tan ocurrentes con sus amigas, y amigos. Puede tener fotografías con grupos de rock de Lima, con MDC y AMEN. Puede tener tan buen gusto para salir tan linda en todas las fotos que tiene, puede tener todas las fotos que tiene y quiere y saber que igual, del ángulo en que elijan, y de la forma como inclinen la cámara, siempre quedará bien. Yo no tengo fotos así. Mi chica es fotogénica y es encantadoramente linda y guapa en las fotos y en las vida real, pero más guapa en el Facebook, donde ya no soy más su contacto, ni amigo, pero a pesar de eso…puedo ver. Y sé que ella, aunque no entre y me deje comentarios, también puede ver.


He preparado café. En realidad he puesto dos cucharadas en una taza pequeña. En realidad sé que no necesito tomar café ni en taza pequeña ni grande. Igual, este último mes no puedo dormir cuando quiero, ni puedo despertarme a la hora deseada. De esto culpo al Facebook, pero especialmente a mis doce contactos que por cierto, suben las fotos temprano y no toman café en taza pequeña ni grande. Estoy pensando en esto, girando lentamente en la silla, escuchando el breve sonido metálico, y de repente, mi chica ha subido un par de fotos...


Es impreciso el tiempo que he pasado mirando las fotos. Lo ha valido. ¿Comentarlas? Tal vez.


Dos de la madrugada. Hora de dormir. Libro cerrado. Celular vibrando. Peón verde del MSN girando para cerrarse definitivamente y en ese preciso instante sé que tengo que comentarlas. No me voy a dormir sin dejar por lo menos un breve comentario sobre un de ellas. Andrea está subiendo una nueva foto y en unas horas- cuando la gente despierte- tendrá no pocos comentarios.


Su felicidad, a diferencia de los que jamás me dejan comentarios, es también mi felicidad, y por eso, antes de dormir, me animo y le dejo un comentario breve, sabiendo que sonreirá y luego lo borrará, muy rápido, muy veloz y cerrará su laptop rosada, lentamente, pensando en mi comentario, tal vez solo pensando en que también estoy pensando en ella.


Ya con la luz apagada, sobre mi cama, duermo tranquilo sabiendo que Andrea ya habrá borrado mi comentario y se habrá ido a dormir con una sonrisa tan linda como la de la foto que he comentado.


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