miércoles, 10 de marzo de 2010

ARIANA




─¿Cómo puedes olvidarte de todo lo que pasamos, así tan fácil, Mark?
─No puedo, he tratado de hacerlo, solo consigo recordarte más, y eso me daña. Y me hace mucho daño el sonreír para ocultarlo a mis mejores amigos, y especialmente a los que no lo son.
─Me gustaría que esto no terminara así, Mark. Hubiera sido mejor terminar como amigos, tal vez vernos más seguido, para conversar de temas divertidos, para que te cuente lo que me pasa en estos días, para pedirte una vez más que hables así como tú sabes; como me gusta. Tantas cosas….
─ Veo que tú siempre sabes lo que es bueno, malo y lo que no se debería decir. No cambias. Y aun así, no te dejo de querer; porque, al igual que tú, tampoco he cambiado mucho, ni estoy dispuesto a hacerlo por quedar bien contigo, pues te diré, contigo he tenido que ser alguien que yo no soy. Mejor dejarlo ahí, ya no des más vueltas, Ariana.
─Haber, dime si aun me quieres. Si aun te emocionas cuando sabes que te llamaré en las noches, luego de ver ese programa dominical que tanto me gusta, para decirte cosas seriamente frívolas, para no decirte muchas cosas, tal vez solo para escucharte unos breves minutos antes de dormir. Y dormir pensando que en otro lugar, en otra cama, alguien también está pensando en mí.
─Eres un egoísta, siempre piensas en ti, no es buena idea seguir esta conversación. Sabes, tengo que hacer labores.
─No te vayas, amor. Comprendo que estés molesta, tal vez no soy tan bueno como me hubiera gustado ser contigo. No tanto como te lo merecías, o como no te lo merecías. Quiero que me digas, si acaso, ya no me quieres como antes. Sí ya no me puedes disculpar por ser egoísta y pensar en mí, dejarte de lado y no hablarte todo este tiempo.
─Está bien. Te lo diré…
─ Mark, tal vez ya no te quiero como pensaba. Te quiero, pero no como tú a mí, no de esa forma, no como antes. Te quiero como mi mejor amigo, como cuando era una niña un poco distraída, con muchas ganas de hacer locuras y escribirlas.
─No quiero ser tu amigo. No me interesa tu amistad, si esta me limita, si la misma amistad que tanto valoro no me permite ser algo más que eso: tu amigo y solo tu amigo, ocasionalmente tu mejor amigo.

La conversación siguió prolongándose y repitiéndose infinitamente hasta terminar con las últimas digitaciones de Mark, golpeando con fragilidad el teclado; digitando lentamente los últimos caracteres que leería Ariana, muy triste, a punto de llorar, esperando que por fin su “amigo” terminara de escribir, y que no se quedara con ninguna frase. No esa noche, ya no era necesario ocultarla bajo la sonrisa de siempre, la sonrisa que más le gusta.


Dos segundos después de digitar su mejor y última frase. Mark sabía que Ariana ya no sería más su novia. Apretó los dientes para no llorar. De pronto recordó demasiadas cosas, muchas más de las que le hubiera gustado recordar, tal vez sí, ir de a pocos, y volver a empezar cuando sienta que el tiempo se las va robando, borrando, difuminando en pequeños recuerdos demasiado buenos para haber pasado a la vez. Y lo mejor es olvidarse de Ariana.


─Tengo que salir, que estés bien. Estoy segura que ya estarás feliz. Y si nos volvemos a encontrar en algún lado, quiero que sepas que siempre, siempre…seremos amigos.


Ariana no cerró su correo. El ícono verde seguía ahí, firme, indiferente, como si de pronto fuera a escribirse una próxima frase. Mark esperó toda la madrugada, los ojos le ardían, tomó un libro que Ariana le había regalado, se quedó leyéndolo hasta la página número 13. Fue hasta su cama, siempre sin perder de vista los cambios en la ventana del MSN, siguió leyendo…cerró el libro de golpe, se tendió en la cama, lo vio todo nublado, borroso, pensó en Ariana. Se durmió.

Cuando Mark se despertó, tenía los ojos rojos, la vista se le fue aclarando lentamente, su computadora estaba prendida, no recordaba haberla dejado así. No está bajando ningún archivo, tampoco está jugando a cosechar vegetales, frutas o conseguir puntos en Farm Ville; no ha dejado algún relato pendiente en el escritorio. No ha cerrado su MSN.


Mira a su alrededor, su cuarto está ordenado, la cama con su habitual desorden, el libro que compró la noche anterior en la librería permanece sellado sobre su cama, lee el título y siente curiosidad por leerlo, como si lo hubiera dejado en un punto interesante, como si supiera de qué trata, pero no puede abrirlo porque es un regalo para su mejor amiga. Para su sorpresa aun trae los zapatos puestos, se sienta frente a la computadora y se da cuenta que: no ha terminado su trabajo de proyectos, no ha llamado a Danna, su mejor amiga. No ha terminado el relato que dejó en Word el día anterior, ni piensa hacerlo. Mientras se cepilla los dientes siente el sabor de un beso esquivo en la boca, perdido en las antípodas de sus mejores sueños; sueños en los que suceden las cosas que no le ocurren tan seguido en la realidad.

Mark se sienta en la silla giratoria, abre el cajón de su escritorio y encuentra una bebida gaseosa, una inka-cola, digita al tacto su clave y toma un poco más de gaseosa. Cuando el ícono deja de girar y se pone verde, de pronto le aparece un mensaje, alguien que no tiene en su lista de contactos le ha escrito un relato que empieza con un diálogo que dice: “¿Cómo puedes olvidarte de todo lo que pasamos, así tan fácil, Mark?”. No es un relato común, de pronto se reconoce en el personaje, y va recordando todo, cada cosa, cada detalle, el relato no está completo, le falta el final. Termina el relato como le hubiera gustado, cosa que se permite solo en sus relatos. Cuando terminó el relato y lo estaba leyendo nuevamente, de pronto apareció una ventana que decía:

─Hola, me llamo Ariana. ¿Tú escribes relatos, cierto?

Dos segundos después, Mark estaba seguro que, a diferencia de otras veces, no había soñado con una extraña.


Harold R.

1 comentario:

  1. jijii...o por naaa dejs D kntinuarlaa...voy x la canchita!! * * besos

    ResponderEliminar

Sí terminaste de leerlo, deja comentario!